Mirta teje un cuadradito al crochet sentada
en la plaza, la aguja va ligero, entra y sale, formando un dibujo a dos
colores. A su lado, Alejandra usa dos agujas para el suyo, el ovillo color
natural gira una y otra vez sobre sí mismo a medida que el tejido crece. Punto
arroz, lana negra, eligieron Lori y Miguel, una sentada, el otro parado, ambos muy
concentrados. Moni y Adri prefieren el crochet, combinan tonos. Noe es la que
más tarda, hoy aprendió a manejar las agujas. Jose va de un lado a otro cebando
mate, charlando, repartiendo volantes. Una nena se acerca, la convencen, se
lleva un ovillito a un rincón. La idea es simple, un hilito, al lado de otro
hilito, anudado a otros más, azules, verdes, grises, gordos, finitos, todos
juntos, formando un cuadradito que al lado de otro cuadradito, unidos a otros
tantos, terminen formando una frazada, muchas frazadas, para abrigar el
invierno de los que menos tienen. Tejer para afrazar, dicen ellos.
¿Cuántos cuadraditos se necesitan para
hacer una frazada? ¿Alcanzarán? Realmente no interesa. Qué importa si son
pocos, si harán falta muchos sábados como éste para lograrlo. La cosa va más
allá, porque mientras cada uno de ellos teje un cuadradito, entre todos tejen
una red más grande que la frazada más grande. Los cuadrados son brazos
extendidos, los nudos son manos entrelazadas, la frazada es el símbolo de la
unión y la red es una red para ayudar.
Porque todo camino empieza por un paso y
toda red empieza con un nudo, este sábado, en la plaza de Villa Luzuriaga,
comenzó a tejerse algo más que una frazada colectiva, Pro-Vocación hizo el nudo
inicial para que ayudar sea más fácil. Queda en nosotros extender el brazo y
tomar el hilo. La red ya está en marcha.
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